De especialistas a neogeneralistas

 

Durante muchos años, el paradigma imperante al desarrollar una carrera profesional (ya sea desde la perspectiva personal o en el ámbito emprendedor) ha sido seleccionar un área de competencia y profundizar en ella. Esto tiene sentido de múltiples maneras: permite que ejerzas en un espacio específico de saberes, afina el entorno competitivo y te permite detectar “océanos rojos” en donde hay oportunidades por atender.

Sin embargo, el diseño de cualquier producto o servicio requiere de dos miradas complementarias: la visión de detalle —conocer a fondo— y la capacidad de atender a la “imagen panorámica”. Esto quiere decir que también necesitamos ser buenos para identificar cómo funcionan las cosas en conjunto, y poder detectar cómo interactúan otras disciplinas en un mismo caso para dar soluciones mejor integradas[i].

De hecho, es frecuente que las verdaderas innovaciones en un campo se encuentren en la encrucijada entre dos o más disciplinas: combinar la visión y saberes de dos campos paralelos permite observar los problemas desde perspectivas diferentes, y aplicar herramientas distintas a las habituales para llegar a objetivos exponencia las posibilidades de solución.

No se trata de olvidar aquello para lo que somos muy competentes, o en lo que hemos profundizado a lo largo de nuestras carreras: se trata, más bien, de ser capaces de aprender de múltiples disciplinas, detectar fuentes de inspiración y crear entornos en donde personas con diferentes trayectorias pueden tener un espacio de convergencia.

Esto se vuelve particularmente importante en épocas de incertidumbre: frente a un límite aparente de las cosas “como las conocíamos”, siempre ayuda tener varias perspectivas que nos permitan rodear el obstáculo, o transformarlo en un trampolín. En los últimos meses, muchas de las asesorías que he tenido con diferentes clientes (sobre todo emprendedores y pymes) han girado en torno a detectar de qué manera sus saberes previos, experiencias fuera del trabajo, redes de contactos alternativas o aficiones se pueden volver fuentes de inspiración para impulsar de una forma distinta su crecimiento.

Impulsar un entorno en donde se puedan intercambiar saberes libremente incrementa las posibilidades de innovar, así que es necesario lograr dos cosas esenciales:

  1. Crear espacios de “intersección”

No basta con hacer reuniones informativas: genera momentos en los que diferentes equipos tengan contacto real, e impulsa la solución integrada de problemas; sobre todo, facilitando que cada equipo entienda qué es lo que hacen los otros equipos dentro de la empresa y cómo conecta con sus procesos de trabajo.

Además de que esto ayuda a disminuir los efectos de “nosotros contra ellos” entre distintas áreas, facilita que encuentren puntos en común y aporten desde puntos de vista diferentes pero que comparten objetivos.

  1. Reclutar y desarrollar perfiles “neo-generalistas”

Vale la pena correr el riesgo. Gente que ha cambiado de perfil, que viene de experiencias distintas, que tomó años sabáticos, o que está retomando su carrera después de dedicarse a actividades personales, familiares o haber emprendido. En lugar de temer que sus experiencias previas los vuelvan un “mal fit” para el perfil, o los “sobrecalifique”, invítalos a generar ideas, compartir perspectivas y aprovecha sus sugerencias poco convencionales.

 

[i] Para ampliar el tema: The Neo-generalist: Where You Go Is Who You Are, de Kenneth Mikkelsen y Richard Martin y El efecto Medici, de Franz Johansson.

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