Inteligencia Emocional y habilidades directivas

José llegó un día a mi oficina con paso lento, pensativo, se notaba que estaba en un diálogo interno intenso, aunque nuestra cita era para revisar la planeación de los cursos del siguiente año, José tenía otras necesidades más apremiantes.

Comenzó la plática diciendo: No encuentro la manera de entender a la gente, no sé qué quieren y cada vez exploto con mayor facilidad.

Haciendo retrospectiva, este tipo de confesiones son bastante comunes entre mis clientes. ¿A qué se debe?. Yo puedo asegurarles que se debe a la carencia en inteligencia emocional, que cada vez es más escasa y más necesaria.

Aunque podemos encontrar diferentes definiciones del término acuñado por Salovey y Mayer, y difundido por Goleman, quiero compartirles la siguiente definición:

“La INTELIGENCIA EMOCIONAL, es la capacidad de darnos cuenta, expresar y modificar (si fuera necesario) las emociones en nosotros mismos y en los demás para obtener mejores resultados personales, sociales, laborales, etcétera ”.

Lo que sentimos es información valiosa sobre nosotros mismos, es información que podemos convertir en poder, es oro molido sobre lo que nos importa realmente, sobre aquello a lo que le damos valor, o necesitamos aceptar etc. Una vez Identificada, nombrada y comprendida, la emoción se vuelve algo manejable y moldeable, justo en este momento es en donde podemos modificar la emoción en un comportamiento más asertivo… en vez de explotar, me enfoco en las emociones de mis colaboradores, en la situación que están viviendo y les ayudo a manejar la situación, ya no es la situación quien me maneja.

Aunque suena sencillo, la Inteligencia emocional necesita educación, es decir un adulto con un coeficiente emocional bajo o deficiente, tendrá que aprender herramientas y técnicas que le permitan crecer en el mejor aprovechamiento de sus emociones. Técnicas como el método RULER de Marc Brackett, fundador del Centro de Inteligencia Emocional de Yale.

Quienes estamos al frente de una empresa, o bien tenemos un puesto con colaboradores bajo nuestra supervisión, tenemos doble necesidad de crecer en nuestro coeficiente emocional. Las situaciones que vivimos, la cantidad de decisiones que tomamos, nuestra salud y calidad de vida, se ve ampliamente beneficiada cuando podemos aprovechar en mayor porcentaje y de manera más eficiente nuestras emociones.

Regresando al caso de José, más adelante en nuestra conversación comentó que la mayor parte de sus días sentía emociones negativas como enojo, coraje, ira, desesperación etc. Y que eso hacía que su vida fuera mayormente negativa. ¿Te imaginas dirigir una empresa o tus colaboradores sabiendo que lo haces desde el lado negativo?. En realidad no hay emociones positivas o negativas, hay emociones agradables o desagradables, sin embargo, todas, absolutamente todas, son información que puedes aprovechar para ti mismo y para los demás.

Lo primero que tenemos que gestionar con maestría al tener un puesto directivo son nuestras emociones. Recuerda que:

«Las emociones no se crean ni se destruyen sólo se transforman»

«Es imposible no sentir»

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