¿Cooperación o competitividad?

La competitividad es un parámetro para evaluar a las empresas en términos de productividad, ventas, utilidades, presencia de marca, captación y retención de clientes, innovación y otros indicadores que al compararlos entre los actores de un ecosistema, los ubica en un ranking de desempeño.

La competitividad empresarial nos desafía para ser sobresalientes en nuestro ramo y mostrar nuestro mejor lado. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para hacerle frente a las crisis globales actuales, es entonces que se afianzan los modelos de gestión basados en la cooperación como un principio universal, inclusivo e integral.
¿Qué espera la humanidad de las empresas hoy en día? ¿Qué pueden esperar las empresas de un entorno cambiante e incierto?
El mundo requiere de organizaciones que atiendan problemas significativos en la sociedad, las empresas necesitan de clientes leales para desarrollar su misión corporativa, y a su vez los clientes desean identificarse con compañías responsables, comprometidas con principios universales. Lo anterior forma una tríada: Personas (Desarrollo social), Prosperidad (Crecimiento económico) y Planeta (Protección ambiental). Este triángulo benigno representa el núcleo de la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, este plan aprobado por Naciones Unidas pretende poner fin a la pobreza y al hambre en todas sus formas, garantizar vidas libres, sanas, prósperas y productivas, reducir las desigualdades y velar por los derechos humanos, todo en un marco de igualdad, paz y cooperación. Esta visión encauzada al mundo de los negocios es capturada por Global Compact (Pacto mundial de las Naciones Unidas) que busca que los empresarios vayan más allá del valor agregado que entregan a sus consumidores, e invita a crear “valor diferencial” para toda la cadena de valor o grupo de interés de la empresa, integrado por colaboradores, trabajadores, proveedores, benefactores, inversionistas, gobierno, sectores vulnerables y demás partes involucradas (stakeholders). Es fundamental conocer la percepción de su realidad temporal e identificar sus dolores o necesidades apremiantes.

¿De qué forma puedo inducir valor diferencial en mi proyecto?
1.- Equilibra estas balanzas en tu empresa:
I) Precio vs. Valor, cobra lo justo por los beneficios que das, el cliente hará lo mismo, pagará lo correspondiente al valor percibido
II) Medios vs. Fines, asigna el mismo grado de importancia al medio “ventas, clientes, productos” que a los fines “utilidades económicas, lealtad, rentabilidad social y ambiental”
III) Actividades operativas vs. Funciones estratégicas. La operatividad mantiene en funcionamiento un negocio, mientras que las funciones estratégicas lo hacen crecer. La sobre enfatización resulta dañina para la empresa y anula su valor, sin autovalor no puedes promover bienestar a tu alrededor.
2.- Conoce las necesidades significativas de tu grupo de interés. Un método para ello es aplicar a los stakeholders la encuesta global “My World 2030” de las Naciones Unidas para un mundo mejor. (https://myworld2030.org/)
3.- Encuentra soluciones simples y locales de gran alcance. Forma laboratorios de aprendizaje en red, donde se concentre la riqueza intangible de la comunidad y las cualidades colectivas para brindar la ayuda (en forma de productos, servicios o programas) que requiere tu grupo de interés.
4.- Únete al movimiento de empresas sostenibles para crear un mundo mejor. Firma el pacto mundial de las Naciones Unidas (https://www.unglobalcompact.org) y practica la responsabilidad compartida.
Siguiendo estos 4 puntos experimentarás el Evolving Value: Generación de valor-Valor agregado-Valor diferencial. Así podrás convertir tu proyecto en una empresa de triple impacto, eso te ayudará a ser competitivo y colaborativo a la vez, para anticiparse a las nuevas versiones del desarrollo.

Porfirio de Jesús Santiago Santaella
Director de la Incubadora de Empresas U.T.

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