Economía y bienestar social: panoramas en la pandemia.

En el contexto de un mundo diezmado por la crisis sanitaria, social, económica y anímica, pensar en soluciones optimistas a los grandes retos que enfrenta la humanidad a algunos les parece una tarea menos que imposible. Pero en realidad tendríamos que segmentar la preocupación, de acuerdo a las circunstancias en que cada grupo social está afrontando su realidad, pues los contrastes pueden ser abismales.

En Oaxaca, la pandemia no ha presentado escenarios catastróficos, debido quizás a dos factores determinantes: el primero es el carácter rural de por lo menos la mitad de su territorio, que conserva mecanismos efectivos para afrontar las adversidades, producto de su experiencia histórica y social: han vivido en la adversidad, la marginación y el olvido institucional tanto tiempo, que saben sobreponerse al infortunio mucho mejor que quienes vivimos en ambientes urbanos, con por lo menos mejores infraestructuras y mayor acceso a recursos vitales.

En este proceso de salvaguarda también cuentan los modelos de gestión comunitaria y las fórmulas colectivas basadas en la ayuda mutua, el trabajo colectivo por el bien común, la resolución de los problemas en asambleas populares y la ayuda que envían a sus comunidades quienes viven fuera de ella, sobre todo de quienes migraron a los Estados Unidos con el objetivo de enviar recursos frescos a sus familias.

El sector empresarial oaxaqueño es esencialmente de pequeña escala: más del 95% de la oferta de bienes y servicios proviene de micros y pequeñas empresas de tradición familiar, muchas de ellas operando fuera de los marcos fiscales, sin seguro social y sin sustento jurídico administrativo. Esta debilidad, en tiempos de pandemia, los hace ser invisibles a las contadas oportunidades de apoyo que se plantean en el sector gubernamental y financiero. La economía de pequeña escala no existe como objetivo de las políticas públicas y su subsistencia depende de sus propias habilidades y de su adaptabilidad a los nuevos tiempos.

Una alternativa a este drama social es la organización de redes que permitan generar canales de comunicación, orientación e intercambio de estrategias entre los propios pequeños empresarios, para afrontar juntos la recuperación de la dinámica económica diezmada en esta crisis sanitaria: es fundamental entretejer oportunidades colectivas de renacimiento, porque el antes y el después de la pandemia nos obliga a repensar todo el modelo de gestión de la economía, desde la conceptualización del desarrollo, el crecimiento y la competitividad como criterios fundamentales de planeación, hasta la definición de objetivos, sobre todo tomando en cuenta que lo más lastimado de la crisis es el bienestar social.

La prioridad, desde antes de la pandemia, había sido la inclusión de la parte más lastimada y olvidada de la sociedad, los más ofendidos, marginados y empobrecidos, es decir, las mujeres, sobre todo las de los pueblos indígenas, que en Oaxaca componen una parte más que significativa de su población. Ninguna idea de recuperación puede prosperar si no se les tiene en la mira, si no son ellas las primeras en ver un nuevo amanecer en su calidad de vida. Su aportación a la economía local siempre ha sido relevante pero poco valorada, al igual de su papel protagónico en el resguardo y preservación de las culturas y tradiciones que distinguen a Oaxaca ante el resto del país. Si la pandemia sirve para avanzar en ese sentido, no todo habrá sido en vano.

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