El objetivo de todo emprendedor es alcanzar el éxito pero, ¿cómo podemos medirlo?. Partamos del origen del emprendimiento, lo primero que se observa es una oportunidad en el mercado es decir, una necesidad que nadie está atendiendo, o bien, que puede ser satisfecha de mejor manera y hay un emprendedor que tiene una idea de un bien o servicio para satisfacer dicha necesidad y con ello generar beneficios económicos.
En términos de negocio, el éxito se mide mediante el beneficio económico que la idea genere a su dueño.
El emprendimiento social es diferente y medir el éxito resulta un tanto más complicado. En el contexto social todo parte de un problema que requiere atención y un emprendedor que tiene una idea que puede solucionarlo, para medir el éxito se deben tomar en cuenta tres aspectos:
1 La capacidad para solucionar el problema.
2 El beneficio para la sociedad en su conjunto.
3 El beneficio para el emprendedor.
Primero, la idea será exitosa en la medida que efectivamente solucione la problemática para la cual fue planteada, generando así un impacto positivo para quienes se veían afectados y hubieran tenido que incurrir en un costo para solucionar el problema. Lo anterior se vincula con el segundo aspecto, que es precisamente medir de manera concreta si la solución genera más beneficios que costos para la sociedad en su conjunto y de ser así, se considera exitosa.
El tercer punto resulta más complejo, queda claro que el principal objetivo del emprendedor social es solucionar problemas, pero qué pasa si con el trabajo que invierte en su emprendimiento es incapaz de obtener los medios necesarios para su propia subsistencia, es decir, dedica todo su tiempo a generar una solución que beneficia a la sociedad, pero al hacerlo no obtiene una remuneración suficiente para atender sus propias necesidades. ¿De qué manera debe entonces sobrevivir?.
Se tiene una percepción equivocada que quienes emprenden en el ámbito social no pueden o no deben obtener lucro. En mi opinión, si un emprendimiento social no toma en cuenta la generación de beneficios económicos para quien lo desarrolla entonces terminará por abandonarlo.
Esta afirmación puede causar polémica, pero la realidad es que por noble que sea la causa, quien la implementa tendrá necesidades básicas que atender y para ello requerirá una remuneración por su trabajo que le permita cubrirlas.
Muchos emprendimientos sociales nacen de jóvenes optimistas, con ganas de aportar algo para construir un mundo mejor y en general con algo de tiempo disponible para dedicar a una causa. Con el tiempo su proyecto toma forma y crece, por lo que deben dedicarle más tiempo y se vuelve su actividad principal. Si desde un inicio no plantean la forma en que su proyecto generará recursos, no solo para cubrir los gastos de su implementación, sino también para cubrir las remuneraciones al trabajo de quienes lo ejecutan, entonces con el paso del tiempo enfrentarán dificultades que los obligarán a buscar medios alternativos para su sustento, abandonando gradualmente su proyecto hasta que deje de ser su actividad principal y finalmente el proyecto desaparezca.
Como cualquier actividad, la que tiene fin social debe recibir una remuneración justa y por ningún motivo el emprendedor obraría incorrectamente al cobrar por su trabajo. Como ya lo mencioné previamente, si la sociedad debe incurrir en un costo para solucionar un problema, entonces dicho monto es justamente el valor que debe recibir el emprendimiento social que lo soluciona.
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