A menudo vienen a buscarme para construir una estrategia de comunicación política pensando en engañar. Su idea es lanzar una imagen personal completamente distinta a la realidad. Una imagen basada en los necesidades y preocupaciones públicas de encuestas y en tendencias de redes sociales. No importa cómo pero lo importante es convertirse en alguien.

A veces todo se trata de idear el video más viral y el hashtag más efectivo o institucional. En otras ocasiones la solicitud es acumular seguidores a toda costa como en aquellos viejos tiempos del colegio cuando lo importante era ser popular.

Cuando esto pasa y veo que vale a pena trabajar con el personaje le pido algo muy sencillo para comenzar: que use menos el celular. Solo para lo esencial. La idea es probarle que su presencia o ausencia en el mundo digital no hace gran diferencia. Pero su presencia o ausencia en la realidad sí.

La comunicación política sigue tratándose en este punto de personas y contextos de carne y hueso. Las personas son personas no cuentas. El mundo digital es solo es una herramienta más de aquella comunicación más profunda: los hechos. Sigue siendo verdad que el ejemplo y las acciones arrastran. Que no hay nada que pueda sustituir el contacto personal y los beneficios directos que puedan construirse en la lugares concretos.

Lo demás se trata de tentaciones bien elaboradas de personas que desean vender sus servicios. Desde agencias y productoras hasta administradores de redes. Todos muy útiles. Pero faltos de sentido si de lo que se trata es de construir un proyecto vacío.

La realidad es lo que es. Ávida de liderazgos que muevan a acciones. Necesitada de soluciones. Hiper olvidada y sustituida por una realidad virtual efímera y superficial.

Mi trabajo entonces consiste en devolver al personaje a esta realidad. Ayudarle a comprender de nuevo cuál es su campo de acción prioritaria. El valor de su presencia en la comunidad. El valor que tiene comprender las emociones y el ánimo de las personas que pretende persuadir. Escuchar mucho. Reflexionar más. Accionar estratégicamente.

He visto algunas y algunos cuyo trabajo consiste en tener una reunión para hacer un tuit y un post en Facebook. Pero también he visto otras que realizan un trabajo incansable también para un hacer un tuit y un post en Facebook. Ambas son estrategias evidentemente equivocadas. La primera tarde o temprano termina por resultar intrascendente porque no hace diferencia en la vida de las personas. La segunda termina por agotar los recursos disponibles por cara y no redituable.

Lo principal es construir un liderazgo. Y construir un liderazgo es esencialmente construir un proyecto de comunicación.

Pero sin engaños. Con mucha verdad. Con mucha realidad.

Es construir un camino propio sin ver hacia los lados y menos aún distrayéndose por el ruido de las estrategias digitales contrarias cuyo afán es descolocar y distraer y destruir. Solo alguien que conoce su vereda puede seguirla aun en medio de la oscuridad.

Finalmente: la vanidad puede servir pero en comunicación política suele ser la causa de más tormentos que de aciertos. Autoengaños. Autocomplacencias. Alguien puede querer ser un líder porque piensa merecerlo. Lo merece por ser él. Por ser quien es. Eso no existe. O no existe más que en la cabeza de quien lo piensa.

El liderazgo se construye en la realidad. Cuesta trabajo. Cuesta una estrategia.

Incluye usar la comunicación como instrumento pero también como parte sustancial del trabajo y la estrategia. Comunicar no es publicar una foto y una buena frase del último evento público. Eso es abonar a la vanidad y a los álbumes de la posteridad familiar y repasarlos en soledad cuando los años hayan pasado.

Un líder es líder porque tiene seguidores. Seguidores de carne y hueso. Eso solo se logra haciendo una diferencia en los hechos y en la mente de las personas. Allí en la mente está el territorio final de la comunicación política.

Pero es el territorio final. Antes deben derribarse los mitos. Por eso cuando vienen a buscarme definimos si se quiere ser líder o figura.

Luego eliminamos el engaño y el autoengaño de la mesa. Los expulsamos como a las comas de este texto breve.

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