5 / Nov / 2020
A partir del mes de marzo del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al COVID-19 como pandemia por su alta morbilidad y mortalidad, teniendo un gran impacto en la vida integral de las personas y la sociedad.
Por dicha emergencia sanitaria, se tuvieron que implementar una serie de cuidados y restricciones necesarios cuyos objetivos principales han sido enfocados para evitar y disminuir el número de contagios salvaguardando la salud y la vida de las personas, lo que ha orillado a realizar cambios determinantes en la vida diaria.
Algunos cambios, por mencionar: el teletrabajo (con todo lo que implica) el desempleo, las clases escolares en casa, el confinamiento (convivencia y acercamiento social) la falta de contacto físico, han requerido de adecuaciones y adaptaciones para el cambio de hábitos y de esta manera poder “acostumbrarse” a la realidad.
En las primeras etapas de la pandemia las restricciones fueron valoradas y tomadas como una circunstancia temporal, pero con la prolongación de la misma se identifica un deterioro cada vez mayor en la calidad de vida con repercusiones en la salud física y mental.
Con mayor frecuencia, se identifica el impacto y consecuencias relacionadas con la experiencia crítica, los efectos en el rubro de la salud mental abarca a niños, adolescentes, adultos, adultos mayores, teniendo entre otras manifestaciones: estrés, nerviosismo, incertidumbre, tristeza, miedo, angustia, ansiedad, pérdida de interés, intolerancia, cambios alimentarios (diminución y aumento en la ingesta) trastornos del sueño, así como el miedo al contagio, a la muerte, al qué va pasar, a la pérdida de seres queridos.
Se tiene el conocimiento que los últimos meses se han vivido dentro de una gran complejidad y dificultad que ha permeado a todos los ámbitos y sectores de la población, pero hay cosas que se pueden hacer para tratar de cuidar la salud física y mental. Sugerencias:
No hay que olvidar que el cuidado involucra a todos por el bienestar propio y el de los demás.