“La falta de empatía como prueba fehaciente del privilegio”.
En los círculos empresariales y del liderazgo, hay máximas que se repiten una y otra vez, en esta cuarentena. Especies de paradigmas que pretenden moldear el comportamiento de quien se asume líder. No hay escapatoria: si no lees un libro por mes en la cuarentena, si no haces un plot twist en tu giro comercial, si no aprendes el francés que dejaste en tu juventud, “no era falta de tiempo, sino falta de interés”. Y, por lo tanto, has fracasado como empresaria, como empresario y como líder.
O como en el premiado cortometraje “El vendedor de humo” de Jaime Maestro, gurús, vendedores, docentes de la enseñanza de los idiomas y muchos más, tomando la mayor partida posible del estado de ánimo de los millones usuarios de la red en tiempos de pandemia, para venderles un curso de inglés sin abordar la gramática, o clases virtuales generalizadas o recetas que pueden conseguirse en la Internet, que al final es eso, una ilusión. El punto es vender, vender y vender. El objetivo es hacer la mayor presión posible para continuar con un sistema que vemos hoy, ante las consecuencias del coronavirus, caerse lentamente y a pedazos.
Las implicaciones éticas de quien se asume, y lo más importante, de quien está legitimado como líder en sociedad, en medio de esta crisis global, son necesarias. La lección es clara, la mayoría de los métodos capitalistas de las más importantes empresas alrededor del mundo, los protocolos abusivos de muchas corporaciones, muchas de las formas falaces de discursos y palabras de personas que aún ostentan el poder en Oaxaca, en México y en el mundo, han llevado a la humanidad y a su entorno, a no poder enfrentar esta crisis como deberíamos y como tendríamos que poder.
Hay una distancia muy corta, desde la perspectiva ética, entre Ricardo Salinas Pliego, insistiendo que sus giros son esenciales, y entre el “gurú” que, viendo la desesperación de muchas familias oaxaqueñas y mexicanas al ver su solvencia económica derrumbarse, quieren ingresarlos a grupos multi nivel donde hay que meter a dos para ganar, por arte de magia, una producción de diez.
Oficialmente, yo empecé como persona y como pequeño empresario, la cuarentena desde el viernes 20 de marzo. Y en efecto, son las adversidades, las que, en palabras de Shakespeare, vuelven dulces a sus frutos. De anular clases presenciales a trasladarlas a la pantalla y rompiendo la pedagogía del afecto, que permite impactar mejor en mis estudiantes. Innovarnos, sí; presionar a la gente para reprochar cómo tomar su propia cuarentena mental y física, no. Reinventarnos, sí; pero ridiculizar a quien no quiere hornear un complicadísimo pastel o a quien innovará a su ritmo y con sus respectivas limitaciones, no.
Ejemplos oaxaqueños con nombre y con apellido, sobran para ilustrar estos modelos que parten del privilegio y la falacia de la generalización apresurada, para “empujar” a las personas a la movilización. Sin embargo, ahora más que nunca, partamos de lo positivo. Eso sí, las escenas son muchísimas para ejemplificarlo: líderes que de pronto quieren ser carniceros o barrenderos, para “probar” qué se siente y así puedan valorar más su cuarentena; o restaurantes que, en lugar de tomar como ejemplo a otros ofreciendo precios significativamente solidarios, cobran lo mismo (más el servicio a domicilio); o las instituciones educativas de todos los niveles cobrando exactamente la misma colegiatura o el noventa por ciento.
Cuando partamos de la empatía, de saber colocarnos en los zapatos de los demás, sabremos que, en efecto, al pasar esta crisis envuelta en papel de cuarentena, “dulces serán los frutos de la adversidad”.
David García Pazos
Dir. General Academia Hablando de Corazón
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